lunes, 18 de enero de 2016

Hay algo en todo esto, algo en mi
enfermizo, patológico, contagioso.
El mal está en mis manos
lo sé porque mientras escribo lloro.
La tragedia en su mente tiene mi risa
por eso me gira la cara si me cruzo,
para que llore y olvidarse de cómo suenan los principios. Para no oírla.
No hay nada de lo que pueda convencerle ahora
que ha visto en otros ojos la oscuridad del túnel
y va hacia dentro
como un valiente.
Siempre he escrito para él historias mías
y ahora que no me lee me atribuyo la suya
un poco a traición
incluyendo en sus a partes besos en vez de abismos
retrocediendo al principio de la nuestra casi a todas horas
en un masoquista acto de supervivencia
para que duela ahora tanto
que todo lo que venga después
me parezca

un juego de niños.

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