martes, 16 de abril de 2013

Un, dos, tres, palito inglés

Las noches de verano con Marta y su hermana, que no me acuerdo como se llamaba, pero recuerdo la forma en la que se comía los quesitos.

Haciendo balance de daños me doy cuenta
de que pido más del que me hacen
y nunca consigo equilibrarme.
Siempre encuentro historias de mi vida en la mente de algún niño
al que aterroricé de pequeño
y ahora no puede olvidarlas.
La sensación de equilibrio
cuando se cae
es jodidamente adictiva
y tú lo sabes.
Y no es que no me guste el alcohol
pero a veces, soy tan pequeña
que me da miedo probarlo
por si me pillan.
Y aunque nada de esto tenga sentido
la verdad es que echo de menos
que hagas trampas cuando no miro
y vayas siempre en dirección contraria
para que no pueda perderte la pista.
Así que sigue creciendo
que yo estaré, mientras, entrenando a mi ejercito,
aprendiendo a usar las armas
un poco mejor que las palabras
para poder cargármelo de una puta vez.
Y  no te preocupes, cariño
que vas a volver a recordarme
en cada pestaña que se te caiga
y a cogerme la mano
cuando nadie te vea.
Vamos a volver a creernos las verdades
que nos contaban nuestros abuelos
cuando aun creían en nosotros.
Voy a devolverle todas esas estocadas
que nos han hecho más listos
y menos humanos.
Voy a mancharme las manos con su sangre
por todos los líquidos que no se han derramado
por su culpa.
Voy a salvarnos
y a salvarte.
Voy a matar al tiempo.
por el amor sobre todo,
pero también por ti
y porque nunca me encuentres
y siga siendo eterna.

martes, 9 de abril de 2013

Mario dice que a los locos se nos coge cariño.


Sigo sin conocer
el motivo de esa mirada.
Con esos ojos que preguntan más que algunas bocas
y duelen como ciertas poesías.
No puedes entender que para mi caer
es mucho más placentero
cuando lubricas mis cuesta abajo con tu saliva
y besas todos y cada uno
de los pedacitos
en los que me he roto
como si no pudieras elegir
de cuál de ellos enamorarte.

Me acojona que sepas
cuantos relojes hay aun esperándome
o que la mayoría de mis letras
apestan a alcohol
Y, que igual que los borrachos y los niños
cuando hablan,
lo hacen con tanto sentimiento,
que termino creyéndome
todas las medias verdades
que he utilizado de cuerda floja
cuando el camino estaba lleno de flores
y no quería pisarlas.

Tampoco quiero contarte
la manera de fascinarme que tienen los finales abiertos,
ni que mi forma de reírme del olvido
es no dejar que se cierren algunas heridas.

Sé que te cuesta entender,
entenderme si te juro
que las nubes son más bonitas
vistas desde abajo
y que a esa altura a la que quieres llevarme
sólo nos cegaría la niebla.

Y, joder, mi vida,
me encantaría explicarte
que el paraíso y el infierno
tan sólo son dos amantes
que no pueden estar juntos
pero se cogen las manos
cuando nadie les ve.

Así que créeme cuando te hablo de
todos los charcos en los que he podido ver el mar,
las lunas a las que he puesto cachondas
mientras llegabas,
o que puedo hacer el amor con el tiempo
tan tiernamente
que hasta creo que retrocede
para vernos sonreír.

Y me aseguras, cariño,
que puedo salir ya de mi escondite,
que el juego ha terminado,
que los otros niños ya han dejado de buscarme
porque se han hecho mayores.

Y me preguntas, mi amor,
por qué sigo cavando
si estoy llena de barro y cansada
si es tarde y estoy sudando.

Y yo sólo pido que no te rías
cuando responda
que quiero tener el alma
tan sucia
que me la veas.

martes, 2 de abril de 2013

Vas creciendo y me vas haciendo grande.


Necesito leerte.
Tanto como quien pide a gritos saber el final
porque no puede continuar con la agonía
de no tener ni puta idea de qué pasará después.
Necesito averiguarte.
Ahora que cada vez me cuesta más trabajo,
que cada pliegue de tu piel me cuenta una historia nueva
y a mi me dan ganas de volar
cada vez más alto.
La magia de las letras
la has acaparado sin piedad en tus ojos,
de una forma tan egoísta
que la literatura te odia
por hacer soñar más que ella.
Las historias de amor más bonitas
me las cuentan tus manos
días en los que, como hoy
todo está del revés
y no te queda otra
que darme la vuelta.
Las canciones más tristes de la historia
me las cantaste al oído
cuando no estabas,
y puedo asegurarte
que ninguna novela de terror
me había hecho jamás pasar tanto miedo
como quererte y no saber
cómo coño parar.

Que ni siquiera el dolor de todos los poetas del mundo
puede hacer que te derrumbes
cuando estás tan seguro de haber perdido
que no te queda otra
que reír.
Y, mi amor estoy segura
de que si ellos escucharan tu risa
se acabaría la poesía.

Sigo sin poder decidir
que parte de ti marcar
como mi página favorita,
porque he recorrido con mi lengua todos los poros de tu piel
y ninguno
me sabe repetido.

Que aunque no paro de abrirte
nunca te acabo.
Que para ti los finales 
sólo son atajos
que te llevan,
siempre
hacía mi.